BRECHA 5/7/2013 "Nace un modelo o nace un liceo en el barrio Casavalle"


Publicado en la edición del 5 de julio de 2013.
El liceo privado 177
¿Nace un modelo o nace un liceo en Barrio Casavalle?
Martín Pasturino

Los problemas de la educación y de la educación media uruguaya son de larga data. Es en este nivel donde se da la batalla por la democratización de la enseñanza, la lucha contra la pobreza y la reproducción social. Ya desde los informes de la CEPAL de principios de los 90, se advertía el grado de deterioro existente, que se vio agravado con la masificación de la educación media en condiciones de una persistente falta de recursos. Aun así, la educación nunca fue uno de los ejes centrales del debate político electoral quedando detrás de los problemas económicos, de la pobreza y de la desocupación.
El histórico desempeño económico, la reducción de la pobreza y la baja de la desocupación durante los dos últimos gobiernos han cambiado los ejes de las preocupaciones públicas.  La persistente aparición en los medios de problemas en la educación y el desinformado debate sobre los recursos y los resultados han planteado un nuevo escenario. Así, la educación se encamina a ser –luego de la seguridad- uno de los temas principales en el debate político hacia las elecciones del año 2014 y está apareciendo en las encuestas como una preocupación. Esto es nuevo pues hasta fines del primer gobierno del Frente Amplio, la opinión pública –más allá de la persistencia de los viejos problemas-- visualizaba a la educación uruguaya como satisfactoria o muy satisfactoria, tanto en las encuestas nacionales como en los sondeos entre países de la región, donde Uruguay estaba en los primeros lugares de satisfacción con más de un 70% de aceptación (BID/Galup, 2008; Latinobarómetro 2008). En este contexto gobierno y oposición se preparan para la batalla por el programa de gobierno de la educación 2015-2020.
En la oposición se vislumbran dos posiciones que atraviesan a los dos partidos tradicionales. Una que critica lo actuado por el gobierno, queriendo señalar caminos para transformarlo con proyectos o un nuevo modelo dentro de la lógica de la enseñanza pública, básicamente protagonizado por el Dr. Larrañaga y su grupo Alianza Nacional; y otra, -la más estructurada- planteando ejemplos de servicios públicos de gestión privada, para el cual se vienen haciendo esfuerzos conceptuales, económicos y experimentales -desde el año 2008- para desarrollar un nuevo paradigma de gestión privada con financiación pública. En este último caso se encuentra el Liceo Impulso del Barrio Casavalle, desarrollado a partir de las experiencias de las Charter Schools de EEUU. A este modelo adhieren el ala herrerista del Partido Nacional y –con otra modalidad- se pliega Pedro Bordaberry proponiendo un voucher de $ 5.000 mensuales por alumno para que la familia elija el liceo privado que desee, sugiriendo que se creen “100 o 200 liceos Jubilares”.
Entendámonos, no se trata de criticar a liceos privados en barrios de la periferia, que ya los hubo, y bienvenidos a la oferta en entornos socioculturales muy desfavorables donde, según los informes de las Pruebas PISA, no existía oferta privada. Los liceos privados ofrecen servicios a parte de la población que históricamente ha acudido al sector privado en el Uruguay. La matrícula de secundaria privada llegó a un máximo de 18% en año 1994 y hoy a un 15,4% pasando, por un mínimo de un 12% en la crisis del año 2002. Existen 311 liceos públicos y 176 liceos privados. Los liceos Jubilar e Impulso –aunque distintos en su origen y por lo que se conoce- son dos buenas ofertas para el barrio, al igual que otras propuestas allí presentes -como Los Pinos- de una excelente labor social y formativa. No obstante, a diferencia de los demás 176 liceos privados, el Liceo Impulso se presenta como un modelo de gestión privada de servicios públicos y –según reportajes a los propulsores- señala que adoptó como ejemplo las Escuelas Charter de EEUU. Es decir, este grupo de académicos y empresarios que, ante la situación de la enseñanza pública, presenta el nuevo liceo con vocación de erguirse como modelo alternativo de gestión del servicio público educativo, tal como ocurrió en EEUU a partir de la primera Administración Bush. Es decir, parte de la base que la educación pública es viciosa -vis a vis- la educación privada es virtuosa y, en consecuencia, la mejor forma de optimizar la educación es que el Estado subsidie la educación privada a través de vouchers o capitación, generando de esta manera un mercado educativo.
El modelo de servicio privado o escuelas de libre elección tuvieron su primer impulso en la administración Reagan y avanzó con la búsqueda de cambios ante una situación deficitaria de la educación en 1990. El resultado fue una norma federal “No Child Left Behind” del año 2001 y más recursos con el impulso –por distintos motivos- de liberales y conservadores. El resultado es que existen más de 5.000 Escuelas Charter con más de un millón y medio de alumnos. Las primeras críticas fueron de los sindicatos docentes pues veían que uno de los principales problemas fue la desregulación, la evidencia que un 95% de las Escuelas Charter se negaban a contratar profesores sindicalizados, con alta rotación docente –renuncia por síndrome de quemado- y un régimen de 60 o 70 horas semanales. Por otra parte, estos institutos están por fuera de las reglamentaciones del sistema público y tienen un “contrato de rendimiento” con el Estado por determinados resultados pero toman sus propias decisiones para alcanzarlos, si no cumplen se cierra.
Las críticas principales al modelo de servicio de las Escuelas Charter vienen de quien fuera la vicesecretaria de Educación de la primera Administración Bush, Diane Ravitch, investigadora en Ciencias de la Educación de la New York University quien -luego de ser la portavoz académica del proyecto en el gabinete- hace una crítica profunda y fundamentada al modelo en el libro “The death and life of the great american school system: how testing and choice are undermining education” (2010). Revelador resulta también su artículo en el New York Times del 14 de junio de 2010 bajo el título  “Why I changed my mind”. Ravitch critica también la continuidad de estas políticas en la Administración de Barak Obama y su Secretario de Educación Arne Duncan.
En su libro Ravitch señala que las escuelas charter han desnatado los estudiantes más motivados sin producir consistentemente mejores resultados que las escuelas públicas tradicionales. El estudio más profundo de este modelo de política pública fue realizado por dos economistas de la Universidad de Stanford en el año 2009 y financiado por Walton Family and the Eli and Edy Broad foundations (defensores acérrimos de las Escuelas Charter). Revelan que el 37% de los estudiantes de la Escuelas Charter presentaban aprendizajes menores a los de las públicas, 46% iguales y 17% mejores. En suma, concluyeron que dos de cada tres escuelas Charter son malas. Aquí está el problema principal, el de escalado de la política pública, de cuando un ejemplo brillante no puede ser un modelo general de servicio.  Ravitch dice: "La evidencia dice que Ningún Niño que se Quede Atrás fue un fracaso, y las Escuelas Charter no van a ser mejor".
Ahora bien, la emergencia -por primera vez- de un modelo articulado de la derecha para cambiar la política pública educativa no debe eclipsar la situación de la educación media en nuestro país, es más, se apoya y se fortalece con cada acción que desestabiliza el sistema.
Quienes estamos en la defensa de la enseñanza pública debemos ser conscientes en el estado de marasmo en que se encuentra desde hace al menos 30 años, que se han hecho enormes esfuerzos económicos y que persiste un bloqueo de actores con un exacerbado poder de veto. Debemos reconocer que, aun así, hay casi un centenar de Liceos –mayoritariamente del Interior- que están trabajando bien, algunos que pueden mostrar desempeños destacados.
El plan de la educación pública debe tener un abordaje trasformador de envergadura, propender a la descentralización, debe reconocer que la maraña normativa superpuesta -y muchas veces contradictoria- y estructura de la ANEP hace inviable cualquier propósito en tiempos apropiados e induce a una catarata de juicios y recursos jurídicos que paralizan. No es posible mantener el modelo de liceo único para poblaciones diferentes, es necesario un marco curricular general, mayor libertad a los centro educativos, con equipos estables, planes estratégicos, información para la gestión, con metas y recursos locales para su alcance.

El país no puede sostener altas tasas de crecimiento con los actuales niveles de formación de la fuerza de trabajo, así como tampoco podrá avanzar en la justicia social si se mantienen las enormes y persistentes brechas de logros educativos. El diagnóstico está hecho, los modelos presentados, es hora de asumir con coraje político una transformación profunda y democratizadora de la educación pública, con el más amplio consensos pero con la más firme determinación.     

No hay comentarios.: