11 de noviembre de 2013

Semanario BRECHA. La educación como eje del programa de Michelle Bachelet. El principio del fin del modelo de mercado

 

La educación como eje del programa de Michelle Bachelet

El principio del fin del modelo de mercado

Martín Pasturino*

Hasta 1980 la administración del sistema educativo de Chile se encontraba totalmente centralizada en el Ministerio de Educación. Este fijaba los planes y programas para todo el sistema educativo y administraba directamente las escuelas y liceos oficiales que representaban cerca del 80 por ciento de la matrícula, frente a un 20 por ciento en manos de institutos privados. Similar a la proporción público/privada histórica del Uruguay.
Cuatro días antes de entregar el poder, el dictador Pinochet promulga la Ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza (loce) que estructura el sistema -vigente hasta hoy- mediante la transferencia de la administración de todos los centros educativos públicos a los municipios y al sector privado, así como la transferencia de las escuelas técnicas a las corporaciones empresariales. Este retiro del Estado de la responsabilidad de gestión de la educación dejó al Ministerio de Educación sólo con un tenue rol regulador y de financiamiento, renunciando incluso a la capacidad de definir planes y programas. Este sistema pinochetista logró el máximo grado de privatización y descentralización, y dejó a Chile entre los países con más matrícula en manos privadas (más del 50 por ciento). Antes de la reforma de los 80 la educación privada -financiada  sólo por las familias- era el 6 por ciento y el 14 por ciento las subvencionadas. Luego del cambio de sistema las privadas llegaron al 8 por ciento, mientras que las subvencionadas –con pago compartido entre familias y el voucher del Estado- llegaron al 39 por ciento, quedando en manos de los municipios las escuelas destinadas a los sectores más pobres, que se sostienen con el voucher por alumno y lo que pueda invertir una Comuna. 
El modelo chileno fue el primer experimento y la meca de los reformadores neoliberales en el campo educativo. La experiencia se volvió modelo, Milton Friedman  propone un cambio radical a través de un texto de referencia para los neoliberales (“PublicSchools: MakeThem Private”, 1995) donde afirma que el cambio  “sólo puede lograrse mediante la privatización de un segmento importante del sistema educativo - es decir, al permitir que una empresa privada con fines de lucro para el desarrollo que proporcionará una amplia variedad de oportunidades de aprendizaje y de una competencia efectiva en las escuelas públicas. La manera más factible de llevar a cabo esta transferencia del gobierno a la empresa privada es promulgar en cada estado un sistema de vales que permite a los padres elegir libremente las escuelas que asisten sus hijos”.  La fórmula es libertad de elección del centro educativo, pruebas estandarizadas, rankings públicos de escuelas y las transferencias del Estado por cápita o vouchers. Esta lógica se instaló en un sector de la academia y rápidamente se trasladó a los documentos de política de los organismos de financiamiento.
A pesar del sistema, los gobiernos de la Concertación chilena lograron avances importantes, logrando mayor incidencia del Estado dentro del modelo. Donde cada escuela hacía lo que quería, logró llegar a un currículum nacional para todo el sistema (resistido por la derecha chilena desde el diario El Mercurio), avanzó en la cobertura con programas que tendieran bajar la desigualdad que generaba el sistema de vouchers y la municipalización, y multiplicó la inversión educativa. El gasto por estudiante en Chile en 2008 fue más del doble del que existía en 1995, haciendo de Chile uno de los países de la ocde con un mayor compromiso financiero hacia la educación. Es decir, la Concertación chilena logró el avance del Estado frente a un mercado educativo que permitía un irritante lucro con la educación.
Si bien la Concertación tuvo logros, la persistencia de la desigualdad y segregación educativa evidenciaron la dificultad estructural de un modelo de mercado. Así, en mayo del 2006 -durante el primer gobierno de Michelle Bachelet- cerca de 800 mil estudiantes acudieron a un llamado a paro nacional convocado por las asambleas estudiantiles, denunciando el lucro y la baja calidad de la educación. Las movilizaciones provocaron un cambio en el gabinete en julio y un proyecto de ley de educación en 2007 que incluyó prohibir lucrar con recursos públicos y la eliminación de sistemas de selección de alumnos hasta octavo grado básico.
La movilización estudiantil no cesó desde 2006, manteniendo su denuncia de la existencia de lucro en la educación, problemas en la calidad y las dificultades de acceso a la educación superior. Este problema pone a la educación en la agenda política chilena como un problema insoslayable, y esto lo reconoce Bachelet, la candidata con más chances de ganar las próximas elecciones, frente a la derecha que se quedó sin programa.
Así, el domingo 27 de octubre la candidata presidencial –ahora- de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, junto a dirigentes sociales, culturales, gremiales, y políticos, presentó su programa de gobierno que tiene como eje central una gran reforma estructural de la educación pública. En el teatro Huemul en la comuna de Santiago Centro, la ex presidenta dijo que tiene “el convencimiento que la educación es un derecho social y no un bien de consumo”, planteando que se necesita una reforma que asegure una educación pública de calidad, gratuita, sin lucro e integradora.
Bachelet afirmó: “queremos que la educación de los colegios públicos y subvencionados sin lucro sea tan buena o mejor que la pagada. Eso no es un sueño, hay diversos países de Europa y Norteamérica que lo han logrado”. Reconoció que “a pesar de los esfuerzos, la desigualdad educacional y la segregación continúan en niveles alarmantes y la educación pública se ha visto especialmente reducida y fragilizada” y que “la gran deuda hoy es mejorar transversalmente la calidad de la educación, entendida integralmente y no sólo como el resultado de pruebas estandarizadas y, también reposicionar a la educación pública en todos los niveles”.
La propuesta de la Nueva Mayoría apuesta al fortalecimiento del rol del Estado como actor activo, tanto en la entrega directa de servicios educativos, como en una estricta fiscalización del sistema. Señala que es necesario poner fin al lucro educativo mediante el financiamiento privado exclusivamente para instituciones sin fines de lucro. Se propone terminar con el financiamiento compartido gradualmente hasta que sea completamente eliminado y, de esta manera, terminar con la segregación social en la educación financiada con recursos públicos.
Por otra parte, hace un cambio radical en la descentralización hacia los municipios, por una nueva institucionalidad pública en manos de una administración especializada en educación. De esta manera propone un Servicio Nacional de Educación Pública descentralizado y Servicios Locales de Educación Pública en el ámbito del Ministerio de Educación, con personería jurídica, patrimonio propio y un consejo consultivo. De esta manera, la Nueva Mayoría se aleja fuertemente del modelo neoliberal implantado en los 80, manteniendo la educación mixta pero pasando la administración de la educación de los municipios –que demostraron ser malos gestores- a un nuevo arreglo institucional público, profesional y descentralizado. Por otra parte, el programa se propone establecer una carrera docente que defina mejores remuneraciones, introduzca incentivos y aumente gradualmente el número de horas de la jornada laboral docente destinado a trabajo fuera del aula. El programa estima un costo fiscal de entre 1,5 y 2 puntos de incremento del pbi hacia la educación.
La Nueva Mayoría chilena apuesta a más Estado y menos mercado desde un modelo originalmente neoliberal ortodoxo que se mostró como insuficiente. Por su parte, Uruguay parte de una situación radicalmente diferente, que presenta resultados insatisfactorios en educación y que también estarán en el primer lugar en las agendas políticas y en la puja electoral de 2014.
Si bien no han salido públicamente programas de los partidos uruguayos, es posible anticipar que algunos sectores de derecha propondrán más mercado a través de la financiación pública de la educación privada. No obstante, el ejemplo chileno nos señala que ese no es el camino. Esta insatisfacción en la educación uruguaya también requiere un cambio sustantivo, no se tata de más Estado, sino de lograr mejoras en la calidad y la equidad de los servicios educativos. El primer gobierno de Tabaré Vázquez avanzó con una nueva ley –que en sí es un programa- e incrementó sustantivamente los recursos para la educación. Pero eso no basta pues persisten los problemas.
El nuevo programa que se está gestando en el Frente Amplio reconoce avances y desafíos en los últimos dos gobiernos y pone foco en los retos de la educación media, donde señala que para la universalización efectiva se “requiere un rediseño institucional y revisar la arquitectura institucional actual”. Es necesario un cambio estructural, que abarque la formación inicial de docentes, la actualización permanente, la carrera docente, el diseño curricular, así como el modelo de servicio y de gestión, y mantener un esfuerzo fiscal. Ello sólo es posible con amplios consensos que hagan posible revertir la persistente falta de calidad y equidad de la educación de los últimos treinta años.

*Ex consejero de Secundaria. Actual director de área en el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (inefop).

Publicado en la columna Debate Abierto el día viernes 8 de noviembre de 2013



No hay comentarios.: